EL MODELO AGROINDUSTRIAL Y LA CLAVE DE TIPIFICAR EL CRIMEN DE ECOCIDIO

Por Constanza Sofía Soler

Con panelistas de enorme compromiso ambiental, se lanzó la primera sesión de CINEFÓRUM sobre ecocidios en Argentina, titulada ‘Los efectos multilaterales del uso de agrotóxicos’. El segmento, inaugurado el sábado pasado, estuvo dividido en dos partes: un documental reflexivo sobre la temática a partir del documental ‘Andrés Carrasco: Ciencia Disruptiva’ (2019), y luego un nutrido debate entre el jurista español Baltasar Garzón, la directora de la campaña Stop Ecocidio en habla hispana Maite Mompó, el médico y docente Damián Verzeñassi y la periodista y escritora Soledad Barutti, contando con la moderación de la directora del documental, Valeria Tucci.

Poniendo el ecocidio como centro del debate y en plena expansión de la campaña Stop Ecocidio en América Latina, la moderadora inició el debate explicando que “la idea de estos ciclos es, a través del cine, poder conocer, reflexionar e indagar sobre los distintos ecocidios que tienen lugar en Argentina, y en el resto de la región de América Latina.”

Así, la primera en dar su posición respecto a la temática del encuentro, fue Barutti, quien manifestó: “En Argentina pareciera que el agronegocio es el modelo que ganó. En el interior del país encontramos diversas formas de explotación y vemos, sin embargo, el paisaje del triunfo de una conquista bélica. El agronegocio es una forma de ataque bajo la forma de control y máxima explotación. Dominar y liquidar”. Firme en su posición y con fuerte reclamo de una soberanía alimentaria, la autora de ‘Malcomidos’ continuó: “Las armas químicas que usa el campo derivadas de la industria bélica hoy están al servicio de la alimentación. Argentina se posiciona como el país pionero en animarse a avanzar con el trigo transgénico, es decir, tomar el alimento más consumido por la población y modificarlo genéticamente”.

A su turno, el médico especialista en Medicina Integral, Damián Verzeñassi, destacó: “El sistema tecnocientífico aporta a la construcción del ecocidio que nos está llevando a una situación límite como especie y planeta. Las tecnologías han terminado definiendo nuestras vidas. Algunos autores plantean la denuncia sobre cómo las lógicas tecnocientíficas que responden a las grandes corporaciones, han terminado hiper-economizando e hiper-tecnologizando tanto a la naturaleza como a la vida misma”. Con un discurso profundo sobre lo que implica el modelo agroindustrial, Verzeñassi, agregó: “Hemos avanzado, en los últimos años, con máxima velocidad suicida hacia la instalación en nuestros territorios de modos de producción dañinos de la biodiversidad y de los principios que hacen a la vida. Pero esto sólo se hace en algunos territorios porque facilita la limpieza de otros. Es lo que conocemos como la geopolítica de la enfermedad. La enfermedad como forma de dominación de los pueblos a partir del traspaso de las formas de producción contaminantes, dañinas y ecocidas hacia las áreas de descarte o empobrecidas del planeta”.

Finalmente, el especialista, quien no dudó en referirse al momento actual como una “crisis de civilización”, concluyó: “La agroindustria es un arma de destrucción masiva. De la mano de los transgénicos y los agrotóxicos se avanzó en otro proceso tan grave como éste y es el de la destrucción de los montes nativos y bosques que garantizan, entre otras cosas, los procesos de oxígenos”.

Más hacia la arista legal del debate, Maite Mompó dio su posición definiendo qué es un ecocidio: “Es una destrucción grave a un ecosistema de forma que sus habitantes, sean humanos o no, dejan de tener el disfrute pacifico de este ecosistema, es decir, estamos hablando de un daño extenso, generalizado y sistemático a la naturaleza, a las fuentes de vida del planeta”. La coordinadora de la campaña Stop Ecocidio, profundizó sobre la causa que dirige: “Trabajamos para convertir al ecocidio en el quinto crimen universal bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. Queremos que ocupe el lugar que le corresponde jurídica y éticamente junto al genocidio, los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad y el crimen de agresión”. Sobre ejemplos claros de ecocidio, la española enumeró: “Los grandes incendios de bosques primarios, el uso de agrotóxicos que envenenan la tierra, contaminan acuíferos, destruyen biodiversidad y desembocan en graves problemas de salud son algunos crímenes contra la naturaleza”.

Finalmente, Mompó fue determinante a la hora de explicar porqué suceden estos delitos: “necesitamos una ley porque no existe una que proteja el planeta y lo que no está prohibido está permitido”. Y recordó: “Polly Higgins se encontró al director del Banco de Inglaterra, y le cuestionó diciendo que cómo era posible que siguieran financiando la destrucción del planeta, a lo que este señor le contestó, porque no es ilegal”.

Seguidamente, el jurista Baltasar Garzón ahondó: “Hablar de ecocidio no es algo nuevo. Hay muchos y grandes intereses en juego porque lo que supone esta definición afectaría a muchos intereses económicos, corporativos y de los Estados. Por eso, y no por otra razón, no se ha conseguido definir el crimen de ecocidio como crimen internacional”. Durante su exposición, Garzón advirtió: “Nadie serio podría discutir que hay más bases de intereses económicos en las comisiones de diferentes genocidios que cuestiones identitarias como en otro tiempo aconteció. Es duro reconocerlo, pero es tiempo de hacerlo. Hay que quitarse las máscaras que institucionalmente existen en los países y a nivel internacional para llamar a las cosas por su nombre. Y si no podemos, al menos, erradicar esa ferocidad capitalista de devorar todo lo que sirva o valga para obtener mayor beneficio, por lo menos, establecer los contrapesos necesarios para paliar esos efectos cuando el objetivo es el medio ambiente, pero, en definitiva, redunda en un perjuicio directo respecto de personas y comunidades”.

Sobre la temática del debate, el jurista enfatizó: “Los agrotóxicos y glifosatos cuentan con amplia literatura que advierte que su utilización, en las campañas de fumigación o sustitución de cultivos, ha supuesto una pérdida de vidas humanas, ataques gravísimos a la integridad de las personas con contaminaciones masivas lo que termina generando una letalidad mayor que cualquiera de las guerras”.

Concluyendo y con fuerte referencia jurídica a los desafíos que tiene la tipificación del ecocidio, finalizó: Es hora de la normativización del crimen de ecocidio a nivel internacional. Tenemos que ir más allá, y establecer una normativa conjunta como ocurrió con los crímenes de guerra en el 49, o con los crímenes de lesa humanidad iniciado el siglo XXI, o con la desaparición forzada de personas. Todas aquellas agresiones masivas contra la comunidad y las víctimas universales, paradójicamente, tienen como base a estas agresiones que no se quieren reconocer. Si así se hiciera incidiría directamente en muchas de las causas que haría que esos crímenes de genocidio, lesa humanidad, de guerra disminuyeran sustancialmente. Hay que diseñar los mecanismos y para ello necesitamos voluntad política”.